Siempre he considerado los recuerdos de la niñez la verdadera patria de una persona, seguramente porque considero que es la única etapa vital en la que vemos la vida completamente libres de prejuicios, filias y fobias. Lo que nos gusta, nos gusta porque si, no porque nos lo marque el gurú de turno, la moda del instante o la presión social.
Tanto es así, que a menudo nos damos de bruces con nuestra propia miseria al volver a repasar parte de esos recuerdos de la infancia. Es muy habitual que al volver a visionar aquella película que viste un millón de veces de niño, ahora se te antoje una mierda pinchada en un palo, o que aquel lugar secreto donde soñabas con castillos y aventuras sin igual, ahora no sea más que el olvidado árbol de un camino perdido. Como bien dice Sabina, al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver.
Pero, como Udenzo y Goscinny comienzan todas las aventuras de los antisistema Axterix y Obelix, no toda la Galia está ocupada por los romanos...
Tanto es así, que a menudo nos damos de bruces con nuestra propia miseria al volver a repasar parte de esos recuerdos de la infancia. Es muy habitual que al volver a visionar aquella película que viste un millón de veces de niño, ahora se te antoje una mierda pinchada en un palo, o que aquel lugar secreto donde soñabas con castillos y aventuras sin igual, ahora no sea más que el olvidado árbol de un camino perdido. Como bien dice Sabina, al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver.
Pero, como Udenzo y Goscinny comienzan todas las aventuras de los antisistema Axterix y Obelix, no toda la Galia está ocupada por los romanos...