lunes, 27 de junio de 2011

EL LUGAR DONDE QUIERO MORIR


Será añoranza, será morriña...o será que en realidad me cuesta más de lo que creía ser un nómada. Solo sé que tras unos meses alejado de mi tierra, en el momento de confirmar el billete de avión para la vuelta, se me ha puesto la piel de gallina, y no he podido evitar recordar los rincones que llevo marcados a fuego en mi memoria desde mi niñez. Este es mi pequeño homenaje a la tierra que me vio nacer.

Dice Federico Luppi en Martín (Hache) de Adolfo Aristarain: "Eso de extrañar...la nostalgia y todo eso es un verso. No se extraña un país, se extraña el barrio en todo caso, pero también lo extrañas si te mudas a diez cuadras. El que se siente un patriota, el que se cree que pertenece a un país es un tarado mental, la patria es un invento. ¿Qué tengo que ver yo con un tucumano o con un salteño?, son tan ajenos a mí como un catalán o un portugués. Son estadísticas, números sin cara. Uno se siente parte de muy poca gente, tu país son tus amigos y eso si se extraña…" Esta es una visión cercana a mía, aunque con matices.

Mi vida a día de hoy es un barco ebrio que desciende a la deriva por el río de la vida, sin apenas importarle los meandros que recorre, pero que tiene claro dónde quiere ser desguazado por las olas al final de su vida.

Desde pequeño tengo claro que los limites de mi pátria no vienen marcados en ningún mapa, no existe manera de delimitar las vivencias y lo que estas nos evocan durante nuestra vida con artificios de fronteras y lindes.


Mi niñez transcurre en la zona que hoy delimita la reserva de la biosfera del río Eo, Oscos y terras de Burón, concretamente en San Juan de Moldes, Castropol, en la ribera asturiana del Eo.

Una de los recuerdos más antiguos que mantengo en mi memoria es la visión desde el muelle de Castropol de un inconcluso Puente de los Santos, con ambos lados queriendo tocarse como los dedos en La Creación de Adán del maestro Miguel Ángel en la Capilla Sixtina, no consiguiendolo hasta 1987. Son estos primeros recuerdos, los de la muerte plácida a veces y turbulenta otras del Eo en el Cantábrico los que me hacen sonreír cuando vuelvo a ver sus dos orillas tras un tiempo de exilio.


La ría es hermosa hasta en su forma de mentir, cuando en ella te adentras buscando la calma que promete en un principio, para luego tornar en borrasca su regalo de espuma y sal.

Desde Castropol se recibe la mañana con un abrazo de luz entre las brumas del viejo Cantábrico, el mar que tanto carácter nos imprime a todos sus hijos, repartidos desde hace siglos por todos los confines de este mundo, como queriendo encontrar entre todos las perdidas primigenias gotas del agua que una vez alumbraron este mar.


A babor desde la desembocadura, como velando la periódica muerte del sol, la mariña lucense nos lega estampas de rudos marinos, hijos de la mar que lamentan haber nacido varados. Cada 16 de julio ruegan a la Virgen del Carmen por las almas de tantos compañeros que nunca arribaron a puerto.

Aquí la palabra de Pessoa se hace ley:

Navegantes antiguos tenían una frase gloriosa:
"Navegar es preciso; vivir no es preciso."

Quiero para mí el espíritu de esta frase, transformada
la forma para casarla con lo que yo soy:
Vivir no es necesario; lo que es necesario es crear.

No cuento gozar mi vida; ni en gozarla pienso.
Sólo quiero tornarla grande, pese a que para eso
tenga que ser mi cuerpo (y mi alma) la leña de ese fuego.

Sólo quiero tornarla de toda la humanidad;
pese a que para eso tenga que perderla como mia.
Cada vez más así pienso.

Cada vez más pongo en la esencia anímica de mi sangre
el propósito impersonal de engrandecer la patria y contribuir
Para la evolución de la humanidad.

Es la forma que en mí tomó el misticismo de nuestra Raza


Más allá, el puerto de Rinlo nos recuerda a todos un pasado de respeto entre el hombre y el mar, y a mí, alguna tarde de risa y complicidad en una primavera de buenos tiempos.


Las tardes despiden al sol con lentitud, mientras las gentes preparan la llegada de la luna, que a su antojo maneja sus vidas con su espada de mareas en su catedral de augas santas.


Entre Illa Pancha y Punta da Cruz entran los marinos a mis recuerdos de infancia, como un día de 1589 entró el corsario Sir Francis Drake con la paga de los tercios de Flandes en sus bodegas.

Ría del Eo o de Ribadeo, ¿importa el nombre en realidad? Ella quiere que la mimen, como la niña a la que hacen elegir a cuál de sus padres quiere más tras un divorcio, y sólo sueña con un abrazo de ambos.


Al este, el mirador de Santa Gadea es el cómplice de mil amantes en la noche, de algún soñador ebrio en la mañana, y de cierta gaviota encerrada en cuerpo de mujer, que incansable lanza al viento su canto entre sonrisas muy poco antes de ir a trabajar.

La playa de Penarronda muestra en su corazón su eterno centinela de roca, cansado de hacer guardia solitaria en los inviernos de mi tierra.


Remontando el cauce, las dos márgenes nos devuelven la verde promesa del norte con las eternas montañas de fondo, la madre Gaia se deja ver en todo su esplendor.

Un fugaz pasado industrial nos priva de contemplar los originales bosques que un día cubrieron esta zona, la prisa del capital los desterró. Hoy esta tierra entre el monte y la ribera adopta árboles de latitudes opuestas con el cariño de la madre primeriza.


Ascendemos los empinados caminos cuando la naturaleza nos llama, trepando a las cumbres de montes que no hace demasiado tiempo dieron cobijo a aquellos que fueron perseguidos por pensar de otra manera. Entre sus entrañas, en las cuevas, vivieron sus últimos días los valientes que no dejaron que les quitaran su dignidad, lo único que no pudieron arrebatarles jamás.

Cuando deambulo por los caminos de los montes, aún creo ver entre la niebla las sombras de aquellos héroes del olvido. Supongo que algún día entraremos en razón y subiremos las laderas para buscarles.


Aquí también hay mares, islas y náufragos. Cambian fondo y orillas por laderas y valles, pero siempre hay mares cuando estás en mi tierra. Siempre hay mar porque sin él no sabemos despedir al sol. Las nubes también hacen olas y espuma.


El invierno es un añejo dictador que deja ver su lado más egoísta negándole al río su sustento, reteniendo el agua en los montes hasta que la primavera viene con su ejército de flores para arrebatársela.


Cuando era más joven, pensaba que las gentes que hace siglos habitaron estas tierras huían de algo, ¿por qué vivir en un lugar donde todos los años te quedas atrapado varios meses?
No supe la respuesta hasta tiempo después, cuando comprendí que en realidad esta tierra no te atrapa en invierno, te atrapa todo el año.


No tengo la suerte de poder elegir donde me llevará la vida en los próximos años, supongo que jugué mal mis cartas en las primeras manos de la partida. Sólo espero poder envidar a pares y juego cerca de donde me crié, aunque pierda la partida en el órdago final. Siempre daré más importancia a la manera de jugar que al resultado final, no lo puedo evitar.

El verde azulado de la ría y los ocres del otoño del monte son los colores de la paleta de mis recuerdos, y hace tiempo que en ella no hay hueco más que para sutiles retazos de otros tintes.

El día que el barquero venga a buscarme para mi último viaje, espero estar en cualquier embarcadero de la ría que me vio crecer.


Tal vez llegue el momento en que me canse de ir a conciertos, de beberme las noches y de vivir el ruido de este mundo cada vez más loco. Si ese día queréis encontrarme, ya sabéis por dónde empezar a buscar.

Fotografías de Pablo Lopez García y Jose Luis Cernadas, dos magos de la luz.

4 comentarios:

Inzitan blog dijo...

Cernadas, qué maestro, si señor. Bonita tu tierra, ahí también sabéis comer y vivir, qué no es poco.

Un saludo

HDC dijo...

Para ser sincero conocía Cernadas buscando la imagen de as catedráis que pongo en el post. El resto de imágenes son de Pablo López, un joven y prometedor fotógrafo de Vegadeo.

Gracias por comentar, es un honor para mí, hace ya mucho tiempo que tu blog es mi guía de cine favorita.

Saludos.

Anónimo dijo...

Joven (con su permiso), solo unas palabras para felicitarle por su magnífico blog... No, pensándolo mejor... ¡Abraiante...!
Parabens
saúdos
F. Goiriz

HDC dijo...

Gracias compañero, se hace lo que buenamente se puede. Esto no deja de ser una válvula de escape para los ratos de agobio. Saludos

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