Aunque parece que el mundo se va a la mierda con botas de siete leguas, de donde menos se lo espera el gigante del capital que todo lo desvirtúa le llegan pequeñas zancadillas que me hacen reconciliarme con la humanidad. La primera de estas zancadillas llegó del norte, como las golondrinas en primavera. El pueblo de Islandia ha retomado su soberanía y nos muestra el camino a seguir a todos los demás. Esta es la crónica de la revolución que inspiró el movimiento 15N.
A finales de 2008, los efectos de la crisis en la economía islandesa son devastadores. En octubre se nacionaliza Landsbanki, principal banco del país, para hacer frente a su inminente quiebra. El gobierno británico congela todos los activos de su subsidiaria IceSave, con 300.000 clientes británicos y 910 millones de euros invertidos por administraciones locales y entidades públicas del Reino Unido. A Landsbanki le seguirán los otros dos bancos principales. Sus principales clientes están en ese país y en Holanda, clientes a los que sus estados tienen que reembolsar sus ahorros con 3.700 millones de euros de dinero público.
Por entonces, el conjunto de las deudas bancarias de Islandia equivale a varias veces su PIB. Por otro lado, la moneda se desploma y la bolsa suspende su actividad tras un hundimiento del 76%. El país está en bancarrota.
El gobierno solicita oficialmente ayuda al Fondo Monetario Internacional (FMI), que aprueba un préstamo de 2.100 millones de dólares, completado por otros 2.500 millones de algunos países nórdicos.
Las protestas ciudadanas frente al parlamento en Reykjavik van en aumento. El 23 de enero de 2009 se convocan elecciones anticipadas y tres días después, las caceroladas ya son multitudinarias (hay que tener cojones para salir a protestar en enero por esas latitudes) y provocan la dimisión del Primer Ministro, el conservador Geir H. Haarden, y de todo su gobierno en bloque. Es el primer gobierno (creo que el único hasta el momento) que cae víctima de la crisis mundial.
El 25 de abril se celebran elecciones generales de las que sale un gobierno de coalición formado por la Alianza Social-demócrata y el Movimiento de Izquierda Verde, encabezado por la nueva Primera Ministra Jóhanna Sigurðardóttir (nombre más fácil de silbar que de escribir o pronunciar).
A lo largo del 2009 continúa la pésima situación económica del país y el año cierra con una caída del PIB del 7%.
Mediante una ley se propone la devolución de la deuda a Gran Bretaña y Holanda mediante el pago de 3.500 millones de euros, suma que pagarán todas las familias islandesas mensualmente durante los próximos 15 años al 5,5% de interés. La gente se vuelve a echar a la calle y solicita someter la ley a referéndum. En enero de 2010 el Presidente, Ólafur Ragnar Grímsson, se niega a ratificarla y anuncia que habrá consulta popular.
En marzo se celebra el referéndum y el NO al pago de la deuda arrasa con un 93% de los votos. La revolución islandesa consigue una nueva victoria de forma pacífica.
El FMI congela las ayudas económicas a Islandia a la espera de que se resuelva la devolución de su deuda.
A todo esto, el gobierno ha iniciado una investigación para dirimir jurídicamente las responsabilidades de la crisis. Comienzan las detenciones de varios banqueros y altos ejecutivos. La Interpol dicta una orden internacional de arresto contra el ex-Presidente del Kaupthing, Sigurdur Einarsson.
Y para terminar, otra medida “revolucionaria” del parlamento islandés: la Iniciativa Islandesa Moderna para Medios de Comunicación, un proyecto de ley que pretende crear un marco jurídico destinado a la protección de la libertad de información y de expresión. Se pretende hacer del país un refugio seguro para el periodismo de investigación y la libertad de información donde se protejan fuentes, periodistas y proveedores de Internet que alojen información periodística; el infierno para EEUU y el paraíso para Wikileaks.
En este contexto de crisis, se elige una asamblea constituyente el pasado mes de noviembre para redactar una nueva constitución que recoja las lecciones aprendidas de la crisis y que sustituya a la actual, una copia de la constitución danesa. Para ello, se recurre directamente al pueblo soberano. Se eligen 25 ciudadanos sin filiación política de los 522 que se han presentado a las candidaturas, para lo cual sólo era necesario ser mayor de edad y tener el apoyo de 30 personas.
La asamblea constitucional comenzó su trabajo en febrero de 2011 y presentará un proyecto de carta magna a partir de las recomendaciones consensuadas en distintas asambleas que se celebrarán por todo el país. Deberá ser aprobada por el actual Parlamento y por el que se constituya tras las próximas elecciones legislativas.
Pues bien, vista y analizada la situación, me surgen dos preguntas fundamentales:
Una, ¿vosotros habèis visto algo de esto en algún medio de comunicación? Yo no.
Dimisión de todo un gobierno en bloque, nacionalización de la banca, referéndum para que el pueblo decida sobre las decisiones económicas trascendentales, encarcelación de responsables de la crisis, reescritura de la constitución por los ciudadanos y un proyecto de blindaje de la libertad de información y de expresión. Vamos, lo de siempre.
A uno, que de vez en cuando le da por pensar, se da cuenta de que hay varias razones fundamentales para esto:
- A los Estados Unidos de Europa no le parece relevante que un pueblo coja las riendas de su soberanía y plante cara al voraz gigante del neoliberalismo.
- Esconden la vergüenza de verse jueces y verdugos de una democracia al servicio de la empresa, haciendo privados los beneficios y públicas las perdidas.
- Piensan que tal vez entre la masa de borregos a los que dirigen quede algún atisbo de pensamiento abstracto y libre que pueda generar un efecto contagio.
Y dos, ¿hay dudas ahora de que si queremos y lo intentamos, podemos cambiar las cosas?
Yo no las tengo.
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